sábado, 3 de noviembre de 2018

Corrientes en la Revolución de Mayo

El proceso revolucionario en Hispanoamérica a principios del siglo XIX se manifestará a través de una fuerte crisis de legalidad y legitimidad, originada por la ocupación napoleónica a España y el no reconocimiento de la entronización fraudulenta de José Bonaparte. Pero también emergerá otro detonante tan importante como el primero, que será la cuestión de la representatividad, por el cual el movimiento “juntista” peninsular no consideraba con iguales derechos representativos a los pueblos peninsulares y americanos. Sumado todo ello a la crisis económica -acrecentada por las dificultades con el comercio español-, el proceso se sintetizó en la gestación de las condiciones adecuadas para los cambios para un autogobierno.
De todos modos, es conveniente mencionar que la guerra revolucionaria no se libró entre peninsulares españoles y criollos americanos, sino entre aquellos que querían un autogobierno y aquellos que prestaban fidelidad a las autoridades españolas. En ambos bandos existieron americanos; en ambos ejércitos lucharon indios. Aún más, en los ejércitos realistas abundaban en mayor proporción los soldados indígenas. Así, por ejemplo, en Ayacucho, última batalla por la emancipación americana, el ejército realista estaba compuesto por indios en más del setenta por ciento de sus integrantes.
Los movimientos políticos revolucionarios generaron, en muchos casos, una abrupta transformación de las comunidades indias y los dos bandos políticos que pugnaban por el dominio político y militar intentaron atraerlos a su causa. Los sectores realistas convocaron inmediatamente a los indígenas para manifestarles la intención de los nuevos gobiernos de establecer la igualdad de condiciones entre todos los indios, lo que traería como consecuencia la pérdida de privilegios de los caciques. Y estos argumentos consiguieron que los caciques condujeran a sus comunidades a abrazar la causa realista en numerosas oportunidades.
La cuestión de Corrientes ha sido particular. Tuvo, históricamente, fuertes ligámenes tanto con Asunción como con Buenos Aires. Con la creación de la Real Ordenanza de Intendentes se diagramaron nuevas jurisdicciones administrativas y Corrientes quedó bajo la órbita de la jurisdicción de Buenos Aires. Si bien la opción por el movimiento “juntista” fue desde el primer momento, el proceso generó opiniones adversas a este concepto.
Las medidas iniciales gestadas a través del cabildo abierto del 22 de Mayo de 1810 se propagaron rápidamente, generando posturas encontradas de apoyo y oposición. El Cabildo correntino fue uno de los primeros en manifestarse abiertamente en apoyo al Gobierno de la Junta Provisoria de Buenos Aires nacida el 25 de Mayo de 1810, pero esta decisión no fue unánime ya que, como en toda la región del Río de la Plata, las divergencias también se suscitaron en la sociedad correntina.
La adhesión de Corrientes se manifestó a través del Acta capitular del 16 de junio, que expresó también la elección de José Simón García de Cossio como representante de la jurisdicción ante la Junta porteña. Esta elección se realizó en cabildo abierto, por “voto cantado”, obteniendo el electo 18 votos contra 11. La elección de García de Cossio recayó principalmente porque era abogado y residía desde hacía varios años en la ciudad de Buenos Aires.
Corrientes, al adherirse a la Junta Gubernativa de Buenos Aires, quedaba peligrosamente ubicada entre Paraguay y la Banda Oriental, que no tomaron la misma decisión respecto al movimiento “juntista”. Buenos Aires mantuvo comunicaciones reiteradas con Corrientes para la seguridad del nuevo rumbo político, especialmente para controlar la comunicación entre Asunción y Montevideo, ciudades que continuaban simpatizando con la causa peninsular. Corrientes ubicada en mitad de camino se convertiría en escenario complejo por su extensa línea limítrofe con los territorios paraguayo y oriental.
Este proceder de los correntinos generará enfrentamiento con Asunción, ya que ésta rechazó el accionar de Buenos Aires. Consecuencia de ello, asunceños realistas deciden ocupar la ciudad de Corrientes en nombre del Consejo de Regencia. A partir de octubre de 1810 las fuerzas paraguayas hostigarán la jurisdicción correntina y en abril de 1811 seis buques paraguayos, al mando de Jaime Ferrer, amarrarán en el puerto de Corrientes y ocuparán la ciudad. La resistencia estará a cargo del teniente de gobernador Elías Galván, quien comandó las milicias defensoras.
Cuando las tropas paraguayas ocuparon la ciudad, hallaron en los anaqueles del Cabildo dos ejemplares del Contrato Social de Jean-Jacques Rousseau, obra que había sido difundida por la reciente traducción al castellano por Mariano Moreno y editada en la Imprenta de los Niños Expósitos de Buenos Aires. El 22 de abril de 1811 la Sala Capitular de Corrientes, impuesta por los realistas paraguayos, condenará la citada obra y ordenará su quema.
Existen dudas si la incineración de los libros se concretó. Historiadores como Federico Palma afirman que fue así, realizándose el ritual en el atrio de la Iglesia de la Merced. Hernán F. Gómez sostiene que la concreción de la quema se dilató. Es muy posible que la condena no fue definida nunca, ya que el 22 de agosto de 1811, en un Informe el Cabildo, se manifestó que los ejemplares del Contrato Social estaban anexados al expediente para su estudio en los Conventos de Santo Domingo, San Francisco y La Merced. La suerte final corrida por estos libros fue incierta.
Las ideas revolucionarias de Mayo se incorporaron profundamente en la sociedad de Corrientes, las que impulsarán de allí en más el compromiso por la decisión emancipadora, y a cuatro años de aquellos hechos, más precisamente en el Acta capitular del 20 de abril de 1814, se manifestará claramente la vocación correntina de soberanía e independencia, comprometida con la forma de Estado federal. Desde un primer momento los principios del federalismo y del republicanismo fueron rectores en las luchas políticas que emprenderá la Provincia.
En el marco de la política interna, los acontecimientos generados en Buenos Aires irán moldeando una construcción institucional cuyo epicentro será el Puerto, y que con el transcurrir de las décadas se profundizará.
La Revolución de Mayo de 1810 fue el inicio de numerosos cambios en la región, permaneciendo intacto el poder central de Buenos Aires. La lucha entre españoles peninsulares y españoles americanos derivará en la lucha entre Buenos Aires y el interior. Aún más, en ningún momento se modificarán las estructuras políticas porteñas ni las decisiones de la ciudad-puerto para cambiar esa situación. Durante el período revolucionario, Buenos Aires continuará sosteniendo un rol hegemónico, aprovechándose de su ventaja geoestratégica de salida al mar y económica como ciudad-puerto. Las economías regionales del interior no tendrán más opción que plegarse a los designios porteños, si no querían ver ahogadas sus exportaciones e importaciones.
Lógicamente, la reacción postrevolucionaria de los cabildos rioplatenses no se hizo esperar, y al llegar el momento de construir el nuevo Estado, sus reclamos estuvieron presentes. Pero la debilidad estructural del interior con respecto a Buenos Aires no permitirá que aquellas ciudades tuvieran el suficiente empuje y fuerza para hacer valer sus reivindicaciones. Los primeros años del proceso revolucionario debían haber sido los determinantes para cambiar aquella tendencia centralizadora, pero el transcurrir del tiempo demostró que los planteamientos autonomistas provinciales carecían de posibilidades reales que pudieran hacer frente a la política dictada desde Buenos Aires.
Claramente, desde los años revolucionarios se acentúa una marcada configuración política en donde las decisiones emergerán desde el epicentro porteño. Durante las décadas siguientes, dominadas por el fragor de las luchas por la formación estadual, no se podrá lograr, ni a través de la construcción material de las batallas ni en la arquitectura intelectual de los pensadores, construir las vías idóneas que aseguren un equilibrio político y económico en la desigualdad natural que Buenos Aires posee respecto a las provincias argentinas.

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